29 febrero 2012

'Tinieblas' de Jose Miguel Ros

Las tinieblas no aparecen al cerrar mis ojos, aparecen al mirar en mi interior.
Cuanto más quiero ver la verdad, cuanto más desnudo mi alma hasta dejarla únicamente con una finísima envoltura de melancolía, mas negro se vuelve todo.
Cuando las cosas no van bien, estas solo y a oscuras, la sociedad que guiaba tu vida, tus relaciones, incluso tu forma de pensar, te da la espalda, pobre del que busque consuelo en la sociedad, nunca mas guiará tu vida, pero si la criticará, la humillará, y sancionará . Ese faro guía, se rompió.
Familia, apoyo perdido de otra época, reducida al más puro nucleo familiar y un monton de desconocidos o almas malditas, en pena, que solo pisan el mundo en navidad, alguna boda o comunión y cumpleaños de los más ancianos. Ancianos que si conocieron el significado de “familia”, ancianos que se aferran a la vida con una ilusión, ver un año mas el espejismo familiar.  Esa vieja vela, se consumió.
Mientras que el núcleo, trabajadoroes que bastante tienen con lo suyo, te ayudan, te ayudan con ropa, comida, se sacrifican por tu salud te ayudan en lo material, pero no dan luz, ni pueden limpiarte de melancolía, ni  puedes contarle lo miserable que te sientes, pero te ayudan, pero cada ayuda, cada sacrificio es también una losa sobre tus espaldas, es sentirte más miserable,  es cargar tu conciencia, comprendes que ya eres adulto, pero también un bebe inútil que jamás podrá devolver ni compensar a esas personas que te dieron la vida, así esa ayuda tan necesaria para sobrevivir, es a la vez oscuridad en tu corazón. La intención es la mejor, pero la manta que abriga, no deja pasar la luz.
Amistades, conocidos y compañeros, tan diferentes como los días, tan volubles como el mar, los amigos son calma y batalla, los amigos son mucho, y nada. Pero, aún diferenciando a los compañeros de copas de los amigos de verdad, ja! Asta que dejen de serlo, ninguno brilla a la mañana siguiente, ninguno impide que yo escriba esta carta de suicidio sentimental, nadie será amigo ni escuchará a quien habla por melancolía… esas estrellas brillantes, se esconden durante el dia.
El amor, precioso, sentimiento puro, sentimiento elevador del alma, fuente de fuerza, seguridad, poder, con el amor de tu parte te sientes capaz de todo, te eleva sobre las demás personas, te eleva sobre las casas, edificios, nubes, te acerca al sol, pero el amor tiene truco, la luz del sol quema, ciega, destruye, el amor… te eleva y eleva hasta que está seguro de que al soltarte te  destrozará para siempre, porque el amor apagará la ultima y tenue luz que te quedaba como guía para seguir. El amor apagará la esperanza.



Relato enviado por Jose Miguel Ros
Gracias Jose por enviar tu relato ;)

27 febrero 2012

'Ekaterina' de Tahis


EKATERINA

Sus ojos verdes penetraban inquietantes en los ojos de su marido buscando una explicación lógica a lo que acababa de ver.

Los ojos marrones de él buscaban causar compasión en ella.

Los ojos negros de la chica que estaba en la cama buscaban ocultar la risa que sus labios no podían disimular.

La mujer, la de ojos verdes, estaba en una habitación de paredes finas y llenas de grietas. Pintadas hace años y no vueltas a pintar jamás, esas paredes guardaban miles de historias: patadas de niños, manchas de alcohol en una esquina, firmas de chicas alrededor de las mesillas de noche y varios restos de pósters que fueron arrancados. La habitación pertenecía a un motel, el motel a donde van los hombres infieles a cometer adulterio, el motel de las indecencias.
  • ¡Corre! – gritó el marido a la chica que estaba en la cama.
  • ¡Tarde! – dijo la mujer de ojos verdes mientras apretaba el gatillo, dos veces.

Después del disparo, la mujer de ojos verdes corrió hasta su coche. Allí se sintió segura y a salvo. Dejó el arma sobre el asiento del copiloto y sonrió. La sonrisa se convirtió en risa y se desahogó así, riendo, de lo que había hecho: matar al hombre que la retuvo secuestrada dos años en su propia casa porque era un hombre celoso y posesivo, al hombre que la obligó a abortar porque no quería ser padre, al hombre que psicológicamente la había destrozado.

Arrancó el coche y condujo hasta un lugar apartado y se bajó. Allí se subió a otro coche, sabía que el regente del motel había pasado por situaciones parecidas y que la matrícula de su coche estaría en manos de la policía. Las situaciones parecidas habían sido ajustes de cuentas entre bandas callejeras y drogadictos que se matan por más droga. Ahora tenía otra, la de una mujer que se venga de su marido y de la amante de éste matándolos de un disparo, a ella en el pecho, a él en la cabeza.

En el nuevo coche condujo hasta llegar a la frontera con Rusia, puesto que ella vivía en Letonia desde que se casó. Allí cruzó a pie con una documentación falsa sin problemas. Lo había planeado todo, llevaba tiempo sabiendo cuáles serían los movimientos que ahora con precaución iba tomando. Le llevó muchas sesiones con un psicólogo y mucho dinero invertido en curarse de esa dependencia que sentía hacia su marido, pero finalmente se dio cuenta de lo que había hecho por él y de hasta donde había llegado: hasta abortar a su hijo.

Demasiado rencor que ahora se había convertido en alivio, sí, alivio porque él estaba muerto y no podía volver a hacerla sufrir. De nuevo sonrió con saberse libre. Mientras sonreía sentía la calle pasar bajo sus pies, inconsciente de lo rápido que caminaba, al ritmo de su corazón. Llegó al metro, no se acordaba de las líneas ni de cómo se cogía un metro, pero pidió ayuda y enseguida le supieron indicar. Varias horas más tarde llegó a su destino, San Petesburgo.
  • ¡Katia! – dijo una anciana desde la ventana por la que veía pasar el día – Hija mía, cuántos años.
  • Hola mamá. Deseaba verte.
  • ¿Cómo estás cariño?
  • Mejor que nunca.
  • ¿Y Dima?
  • Dima está muerto mamá.
  • ¿Qué?, lo siento cariño – dijo la anciana mientras pasaba una de sus arrugadas manos por la espalda de su hija y la conducía dentro de la casa.

Dentro Katia le contó a su madre que Dima, su marido infiel, había muerto de un infarto mientras practicaba fútbol. Mentir a su madre le resultó tremendamente doloroso, pero peor sería contarle el porqué hizo lo que hizo: años de maltrato psicológico, aborto del que hubiera sido su único nieto, infidelidades y un largo etcétera.

La dulce anciana sacó unas sábanas de su armario y se las dio a su hija para que preparara la habitación. La habitación tenía las paredes pintadas de rosa claro, había cuadros pintados por ella misma y fotos de ella y sus amigas pegadas en todas partes. Los muebles, de madera y con barniz oscuro, estaban igual que la última vez que los vio. Una cama con un colchón viejo en el cual si te sentabas con fuerza notabas los muelles. Un escritorio lleno de libros de literatura antigua y con pequeño flexo para leer en las noches, al lado la estantería con el resto de libros y algunas figuras completaban la única decoración de la habitación. El armario era antiguo, había sido de su bisabuela, pero lo conservaba igual y dentro su ropa de soltera que no pudo llevarse a Letonia.

Miles y miles de recuerdos le vinieron a la cabeza mientras se acostaba en su cama. Cerró sus ojos y no pudo dormirse por mucho que lo intentó, había sido un día lleno de emociones de todo tipo y volver a San Petesburgo superaba en emoción al asesinato doble que había cometido esa misma mañana.

Su madre, en cambio, durmió su última noche completamente en paz. Quizá, a pesar del dolor que sintió Katia al despertar y encontrar a su madre sin vida, fue lo mejor que pudo haberle pasado. Horas más tarde la policía totalmente equipada para matar entró en la casa y se la llevó detenida para ser juzgada en Letonia.


Relato enviado por Tahis
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20 febrero 2012

'EL BERGANTÍN VARADO' de Antonio Rodríguez


La silueta de un   bergantín varado, rompe la raya de espuma que blanquea la  arena a lo largo de la costa. En el  claroscuro del atardecer un horizonte calmo le acaricia los costados. Es una figura fantasmal  y rechina levemente al embate de las olas.
Solo el viejo pecio escapa al paisaje de una playa casi infinita. Tiene el esternón partido por el mar. Como un cadáver boca arriba, las costillas negras de brea  perfilan  siluetas afiladas que cortan el rojo del ocaso. La proa  esta enterrada en la línea que separa el mundo del agua y el de las tierras solitarias.
A sus pies y casi en el aire, un timón de roble con herrumbrosos remaches repite un lamento incesante .Es la canción eterna que provocan las ondas de agua moviéndolo de derecha e izquierda, de izquierda a derecha..
Pasa el océano por las bodegas  despacio y acariciante. Tres ventanucos de cuadernas rotas filtran la luz hasta las entrañas y donde antes olía a pez y alquitrán ahora  solo  duermen  la espuma y el líquido   verde con  aroma  de  salitre.
Un cangrejo sube del agua y otro baja  por la cadena del ancla.
El palo de mesana rasga  al cielo como el brazo fino y seco de un cadáver. Arriba del todo taladra el éter, porque quiere juntarse con las primeras estrellas. Un poco mas abajo  de la punta, cimbrea un jirón de vela que baila  incesante una canción con el viento del Este. Si la ráfaga es un poco mayor, el trapo tirita ante su fuerza y cuando el aire  amansa se desploma exhausto rozando la madera  en busca de una caricia.
La langosta saca sus antenas por el sollado de popa bajo el agua.  El último rayo de sol  que refulge  le toca en la verde coraza. Rápida se retira  a su cueva de madera. No es la hora .Ya llegará  la negra noche para nadar despacio en el silencio de la arena sumergida.
La cubierta tiene el  círculo de un timón oxidado y restos del  fanal que antaño alumbró la espuma  rugiente vertida  por las tormentas. Un cabo suelto, deshilachado, lo azota,  y el responde con quejido metálico  ante la ofensa. De vez en cuando es capaz de retener  a la cuerda, que enrosca sus hilos  en la estructura de bronce. Los dos cantan a coro, uno silbante el fanal, otro ronco, el cabo.
Solo falta la figura de un capitán  fantasma, de gestos  cansados y mirada perdida gritando órdenes envejecidas por el ron. “¡!A sotavento!!”.Esqueletos de marineros con pañoletas rojas, mueven  el bergantín  por la noche. Salen por las escotas y se apresuran  con el aparejo dominando  las velas.
Sentado en las jarcias, un contramaestre de color azul juega al solitario con los dados. Su cuerpo, nebuloso como la bruma se difumina en la sombra y cuando gana, el cráneo amarillento ríe enseñándole un diente de oro a la luna.
Por un ojo de buey, las calaveras de  dos grumetes le hacen burlas  a las olas y si el mar les salpica  huyen  divertidos hacia las entrañas del buque. De repente el cuarto cañón de babor  retumba soltando una bala a las tinieblas. El fogonazo tiñe las velas  de blanco y con el resplandor toda la tripulación  empieza una vieja canción pirata. Tres viejos marinos  desdentados llevan el ritmo golpeando la borda con  sus manos de garfio.
En el castillo de popa un timonel de orbitas huecas mantiene el rumbo cantando y sueña que el barco se mueve rápido hacia el Cabo de  Hornos.
“!!Cazar la mayor!!”. “Tensar los obenques!!”. Todo oscila entre el crujir  de los palos. Arriba. Abajo. Retazos de mar y retazos de cielo estrellado. Arrecia el Levante y  el farol de bronce derrama en la noche una luz mortecina sobre las olas. Relatos de bucaneros escapan a la brisa con sórdido lamento. El barco rompe veloz  la negrura  creando nácar en el agua a golpes de quilla. Todo suave y  bronco. Todo tenso y todo suave.
Cuando la primera señal del sol define el horizonte, el  capitán ya duerme en un camarote recubierto de algas. Los marinos se escurren hacia el castillo de proa y  extienden sus jergones entre  caracolas.
El  bergantín  le  cuenta al viento  con voz de madera vieja  la singladura nocturna.
Una gaviota, expectante, lo   escucha  desde  el  cielo, parada  en los masteleros.


Relato enviado por Antonio Rodríguez
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03 febrero 2012

'Carta de amor.' de Brenda 4tC

Carta de amor.
Me entristece que ya no recuerdes nada de mí. De lo que un día fuimos. 
Yo ya no puedo seguir con esto, tú no sientes nada ya. Pero yo sí, y no puedo soportar verte así…lo que más duro se me hace es levantarme cada mañana y pensar como era todo antes de que te diagnosticarán esta enfermedad. 


Me gustaría recordarte todos los momentos que hemos vivido aunque sé que cada mañana o apenas en pocas horas te habrás olvidado ya. Es recordar que ya nada volverá a ser lo mismo y eso me rompe el corazón. Pero quiero que sepas que yo recordaré cada instante junto a ti, el resto de mi vida. 
Sin embargo yo siento que no puedo esperar más. Nunca olvides que siempre te querré.

Adiós



Relato enviado por Brenda 4tC
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02 febrero 2012

"Se busca pueblo" de M. Donibane


Cuando la reunión acabó lo primero que pensé es que era el plan más disparatado que había oído en toda mi vida.
Ser el alcalde de aquel pequeño pueblo suponía tener que acudir diariamente al ayuntamiento e intentar resolver los pequeños asuntos que hacían que todo lo relacionado con aquel pequeño municipio funcionara.
Arreglar por ejemplo el asfaltado del pueblo había sido uno de mis mensajes fuerza durante la campaña que me alzó como ganador de aquellas últimas elecciones.
Aunque también había sido el mensaje de mi amigo, vecino y adversario del partido contrario. Si yo fui elegido fue más debido a que mi familia era más numerosa. Y también ayudo el hecho de estar yo soltero, ya que eso me dejaba tiempo para estos menesteres burocráticos.
Pero lo que no era normal, al menos para un alcalde como era yo, era tener que escuchar lo que aquel personaje había venido a contarnos.
Y cuando empezó su alocución lo hizo diciendo lo que ya sabíamos. El pueblo se moría. Los jóvenes lo abandonaban para irse a las grandes ciudades. Y los mayores, pues se iban también pero a aquel lugar del que nadie ha vuelto.
Y siguió hablando de más cosas que ya sabíamos. Nuestro pueblo, además de ser pequeño, tenía de vecino a un gran pueblo, como era aquel que estaba a menos de cinco kilómetros, que con grandes monumentos y hostelería hacía que fuéramos aún más pequeños e insignificantes, y que los visitantes no pararan más que para preguntar como llegar al precioso pueblo de al lado.
Aquel visitante, un desconocido artista, al menos para mi y lo que era aún peor, para el buscador de internet google, había interpretado una visión y la estaba queriendo proyectar sobre nuestro pueblo, queriendo imponernos su personal estilo y ofreciéndonos aquello que ya dábamos casi por perdido que no era otra cosa que la salvación del pueblo.
Y era la mejor oferta que habíamos tenido. En realidad era la única. Nadie más había parado en nuestro pueblo para ofrecernos lo que aquella persona nos ofrecía.
En aquella reunión también había estado la concejala de cultura. María, que era como se llamaba, había permanecido callada durante toda la presentación. Y eso era precisamente lo que más me había desconcertado, ya que ella era de verbo fácil. Siendo una de las pocas solteras del pueblo nuestra relación había pasado por muchas fases. "Indiferencia" era quizás la más destacable, aunque no sabía muy bien por que la verdad. Pero éramos del mismo partido político y eso suponía tener que pasar mucho tiempo juntos, y ya se sabe, mejor no mezclar las cosas. Al menos no éramos de la misma familia.
- ¿Qué opinas? le pregunté al irse el portavoz de aquel extraño mensaje.
A lo que ella contestó.
- Opino que tenemos que pensarlo y darnos prisa. El ha dejado bien claro que tenemos una semana de plazo. Ni un día más ni uno menos.
- ¡Pues que se vaya a otro pueblo! contesté a María mientras ella se levantaba para dirigirse a su despacho. No me gustaba sentirme presionado. No estaba acostumbrado. Ser agricultor y llevar una vida tranquila era lo que yo siempre había querido. Yo no entendía de esas cosas.
Yo quería tener una legislatura tranquila. Mi padre fue alcalde y no tuvo que tomar decisiones así, lo mismo que mi abuelo, y mis tíos abuelos. Pero también era verdad que entonces el pueblo todavía no estaba en peligro de extinción.
Sobre la mesa estaba el informe que nos había presentado aquel individuo de aspecto normal, quizás demasiado para ser el portavoz de aquel increíble proyecto.
El pueblo se puede salvar y ser un referente en el mundo. El pueblo no “morirá”, más bien “nacerá”, saldrá de su letargo. 
Y el habló especialmente de los colores.
- En la ciudad no hay colores, nos dijo.
- Y la gente que queremos vendrá de las ciudades. En la ciudad no hay cielos, ni se pueden ver los amaneceres, ni las puestas de sol. En la ciudad no hay tiempo para nada. Todo el mundo corre de un lado a otro, como gallinas sin cabezas, sentenció.
Y entonces explicó su plan en detalle. Yo jamás lo hubiera pensado. Lo que el me decía me sonaba a aquellos cuentos que de pequeño leí sobre temas fantásticos. Y el parecía totalmente convencido.
Pero para que aquello que el nos ofrecía se cumpliera había que pagar un precio. Uno quizás demasiado alto. Era como vender el alma del pueblo al diablo, al menos durante cinco años, y yo no sabía si podría hacerlo.
El proyecto marcaba bien a las claras las diferentes fases:
La primera era la de informar a los vecinos del pueblo sobre lo que debían hacer, que no era otra cosa que dejar pintar sus propiedades. Fachadas, ventanas, tejados, muros, incluso parte de los suelos de la carretera. 
En caso de negarse no pasaría nada, pero perderían la ocasión de poder beneficiarse de aquella ocasión única.
En general las casas del pueblo necesitaban una mano de pintura, e incluso dos o tres, de eso no había duda. La pregunta que yo me hacía era si los vecinos dejarían que otros eligieran el color de las mismas.
La segunda fase se llevaría a cabo de forma simultánea. Pintores de brocha gorda plasmarían las ideas del artista y en menos de un año tendrían que tener acabado el gran lienzo, que no era otro que el pueblo. Basándose en un gama de colores muy alegres el artista haría del pueblo un gran cuadro cubista. Y como reclamo “el cuadro más grande del mundo en tres dimensiones”.
Color. Era la palabra que continuamente repetía aquella persona. Necesitamos mucho color. Lo llamaremos “Colorterapia” y es algo que ya está inventado  nos dijo mientras sonreía abiertamente.
La arquitectura general del pueblo era la compuesta por las cuadradas formas de las casas, muy básicas, donde solo destacaba la iglesia con su campanario y tres o cuatro edificios con cierto valor histórico, los cuales serían respetados por el artista. Quizás se cubrirían con algunas lonas, pero quedo claro que nada de pintura sobre ellos.
El artista había llevado a cabo un estudio en profundidad de las posibles bondades del pueblo. Y hubo una en concreto que me sorprendió. No lo había pensado nunca. Su gran valor era que cambiaba cada día y que era único, irrepetible, con una gama de colores que variaba dependiendo la época del año, de los vientos que la peinaban, de las nubes que lo cubrían, de la lluvia que la refrescaba y sobre todo y más importante, dependía de los ojos con los que fuera visto.
Era el cielo de mi pueblo.
Ya impresas en hojas, dentro del informe, algunas de aquellas fotos demostraban que aquel visionario no se equivocaba. Más de cien diferentes cielos se mostraban, ordenados uno debajo de otro, hasta completar diez por hoja. Y eran diez también las hojas.
Otra de las ideas de aquel ser era potenciar la visión de un pueblo donde a las noches, si te asomas a la ventana, o sales a pasear, podrás ver y sentirte parte de la vía láctea. Las estrellas, a diferencia de en las ciudades, tenían un brillo especial.
Es decir, venderíamos también el espacio.
Y por último, otro de los puntos fuertes, era el agua. El agua en el pueblo, debido a su situación geográfica, justo en un punto donde convergían los grandes arroyos que desde las montañas traían el agua de las derretidas nieves, era de una gran calidad.
En resumen, cielo, espacio y agua serían los puntos fuertes de la campaña que como si de una gran agencia de publicidad el artista quería promocionar.
Hasta aquí todo podía ser más o menos ser interpretado de forma positiva. Promocionar el pueblo era el objetivo. Hacer que aquellos posibles visitantes parasen aquí era un sueño. Ser otro pueblo. Al menos parecer otro.
Pero solo había una condición. Una indispensable para ser llevado a cabo el plan.
El nombre del pueblo debería durante cinco años el apellido de una conocida marca de agua minerales. Aquella marca sufragaría los gastos de la pintura y promoción de aquella obra. “Asensio” que era como se llamaba el pueblo se llamaría ahora “Asensio Puravida”. Y bueno, siempre era mejor que llamarse “Asensio Coca-cola” o “Asensio Malboro”, pero en cierta forma el pueblo ya no sería nunca más el pueblo. Pero mejor un pueblo que sea un poco menos como era y poder asegurar su existencia. Y además, después de cinco años seríamos otra vez “Asensio” y ya nos habríamos elevado a la categoría de “pueblo con interés turístico” y podríamos seguir solos.
Aquella noche casi no dormí. Mi almohada tuvo que escuchar muchas de las dudas que aún yo tenía.
Cuando desperté y después de un sueño iluminador donde en la plaza del pueblo una gran estatua con mi esfinge rendía honores a mi decisión estaba ya convencido de lo que tenía que hacer. Aceptaría aquel trato.
Aquella nueva mañana, el día después al que sería conocido como el día más importante del pueblo decidí asomarme al balcón consistorial. Contemplando el grueso de las casas del pueblo pude imaginar el espectáculo de color y de luces.
Cuando María volvió a entrar en el despacho fue acompañada de un periódico en la mano.
En la portada se podía ver la fotografía del individuo que nos  había visitado junto con un gran titular que ponía “Detenido y llevado a una clínica mental el conocido como diseñador de pueblos”.
Tras mirarnos durante unos segundos María y yo supimos que el pueblo había perdido su última oportunidad.
- ¿O quizás no? dijo María mirando la foto del periódico.
- El nos ha enseñado el camino, busquemos a un artista que nos ayude, además, solo el plan de un loco puede hacer que salgamos del problema que tenemos, dijo María mientras reía con grandes carcajadas.
Mientras pensé que aquella mujer tenía algo especial.
¿Y si mientras cenamos hablamos del asunto? le dije aprovechando que ella tenía bajada la guardia. Ella dejo de reír súbitamente y temí lo peor, pero con un "te espero a las nueve en mi casa" se despidió.
El pueblo sobreviviría, al menos una generación más, o eso quise pensar en aquel momento mientras me quedaba pensando en aquel extraño individuo que como un recuerdo fugaz había elegido pasar y de alguna manera quedarse para siempre en nuestro querido pueblo.


Relato enviado por M. Donibane
Gracias M. Donibane por enviar tu relato ;)
Blog de M. Donibane: http://donibaneleku.nireblog.com/