25 noviembre 2015

'Cuando niño, tomé mate con el Viejo Vizcacha' de Jose Wallace

'Cuando niño, tomé mate con el Viejo Vizcacha' de Jose Wallace


-Yo conocí al Viejo Vizcacha… -le dije al profesor cuando recitaba los versos del Martín Fierro.
-¿De verdad que usted lo ha conocido jovencito? – me preguntó irónicamente ante la risa desatada del resto de la clase.

-¡Sí señor! – respondí con seguridad.

-Pues entonces, niño, cuéntanos cómo fue ese encuentro…-exigió el españolizado profe.

Entonces comencé a contar mi pequeña historia: “Todos los veranos, con mi primo Francisco, pasamos las vacaciones en el campo de nuestros tíos Eduardo e Inés. Como ellos no tienen familia, nosotros pasamos a ser sus hijos adoptivos por quince días. Nuestra principal diversión es cabalgar unos matungos viejos muy mansos, pero no menos mañeros, que están gordos y lentos de haraganería. Los  tíos solo se ocupan de darnos de comer y vigilar que nos lavemos antes irnos a la cama, una recomendación de nuestras madres que la tía Inés cumple religiosamente. 
Del resto se encarga Jacinto Luna, el peón entrado en años que vive en una casita ubicada detrás del galpón donde se guardan las herramientas, la chatita Ford A y algunas bolsas de cereales. Jacinto es el que nos lleva a todas partes, desde arriar las vacas, atender la majada de ovejas y revisar los hilos de los alambrados, hasta levantar los huevos del gallinero. 
De vez en cuando, con gran habilidad, Jacinto caza con sus boleadoras algunas perdices que después cocina a la parrilla; entonces cenamos con él. 
Cuando esto sucede nos dice: ‘No hagan renegar a doña Inés. Coman conmigo así ella no tiene que cocinar’. Y la verdad es que a nosotros nos gusta más comer con Jacinto, porque nos cuenta laaaargas historias de gauchos matreros que andan vagabundeando por la zona. Dos veces a la semana vamos al pueblo a buscar las cartas y los diarios que recibe el tío; a veces la tía nos encarga que compremos el pan. 
Lo que sí hacemos siempre, es llevarle algún pollo o pavo desplumado con algunos duraznos y peras al cura del pueblo, además de la infaltable bolsa de higos, que según la tía Inés, son la debilidad del padre Pedro. 

Y fue a nuestro regreso de una de esas cabalgadas, que nos sorprendió una tormenta de viento y tierra. Para evitar la mojadura, Jacinto ordenó que apuráramos el trote para llegar lo antes posible a la tapera que está a medio camino. Cuando estábamos a unos 50 metros se largó el aguacero y llegamos al refugio todos empapados. 
Grande fue nuestra sorpresa al encontrarnos con tres caballos atados a un árbol y observar que salía humo del interior de la casucha. Jacinto se apeó y nos hizo señas de silencio y que esperáramos en la galería. Al rato salió y nos ordenó que entráramos. Allí había tres gauchos mateando, uno de ellos era un viejo barbudo y sucio. ‘Estos son los gurises del patrón’ dijo Jacinto a modo de presentación. 
Los jóvenes gauchos levantaron la vista y nos dieron la bienvenida; el viejo, mate en mano, nos miró con cara de malo y soltó: “Donde los vientos me llevan, allí estoy como en mi centro. Cuando una tristeza encuentro, tomo un trago pa’alegrame. A mi me gusta mojarme por ajuera y por adentro”, y lanzó una carcajada endiablada. “Tome un amargo compadre” - le dijo a Jacinto extendiéndole el mate. 
“Al menos mójese las tripas pa’seguir andando”. Jacinto tomó el mate y agradeció la gentileza del viejo; luego, nos miró a nosotros, y para tranquilizarnos dijo: “Este es el gaucho Vizcacha, del que tantas historias les conté, y los mozos son los hijos de Martín Fierro, el gaucho errante de nuestras pampas”
Entonces el viejo volvió a tomar la palabra y confirmó lo de Jacinto: “Ansí es, me llaman ‘el viejo vizcacha’, por avaro y mandón, pero recuerden siempre que el que gana su comida, bueno es que en silencio coma, ansina ustedes ni por broma, quieran llamar la atención, nunca escapa el cimarrón, si dispara por la loma”. 

Cuando paró la lluvia montamos nuestros matungos y partimos en silencio rumbo a casa. Sólo hablaba Jacinto, que nos contaba sobre las penurias de los chicos Fierro y el aguante que tenían para con el Viejo Vizcacha. Andaban por la zona haciendo un gran arreo de ganado cuando fueron sorprendidos por la tormenta que los obligó a refugiarse en la tapera. Así conocí al Viejo Vizcacha”. 

Cuando terminé mi relato se oía hasta el zumbido de las moscas. Todos, incluso el profe, estaban en silencio y con la boca abierta. Es que mi historia era real; yo había mateado con el Viejo Vizcacha y los hermanos Fierro, y eso fue a mediados del siglo XX, en medio de estas extensas tierras planas de  horizontes infinitos. 

Relato enviado por Jose Wallace
Gracias Jose por enviar tu relato ;)

23 noviembre 2015

'Isabel' de Carlos Ruiz

'Isabel' de Carlos Ruiz

Hoy cumplimos un año juntos Isabel, no puedo creerlo, un año lleno de felicidad, con muchas trabas que han impuesto para separarnos, pero que en todo este tiempo supimos sobrellevar.
Conocí a Isabel en el hospital de mi ciudad, yo estaba terminando la facultad y comenzaba hacer mis prácticas por aquellos años, aunque no era mi zona de trabajo, vi a Isabel entrar por emergencias por una complicación con su enfermedad de la piel, de inmediato me propuse ayudarla, me encargue de llevarla a una buena habitación y que reciba ayuda en seguida.
Aunque no estaba en mi rubro de atención, siempre me daba una espacio para visitarla y conversar, siempre y cuando sus padres no estén con ella ya que a ellos les parecía mal verme por ahí conversando con su hija, nunca comprendí  eso, pero siempre que me veían en su habitación me sacaban sin explicación alguna, yo que nunca quise darle más problemas, solo atinaba a irme.
Pero siempre me las arreglaba para poder verla, a ella le gustaba mucho leer, además de mi compañía disfrutaba mucho de las revistas de ciencia que yo le llevaba, primero nos hicimos muy amigos y en tan solo unos días me vi perdidamente enamorado de Isabel.
Con el tiempo su salud mejoro, aún estaba algo delicada pero sus médicos dijeron que ya podía salir del hospital en unos días, tuve miedo no verla nunca más, sus padres nunca me dejarían verla fuera, así que tome una decisión de la que nunca me arrepentiré.
Yo no tenía acceso directamente a su medicina, pero me arriesgue y sin que se den cuenta logre hacer unos cambios en las dosis que le daban, para así poder demorar su mejoría y no se tenga que ir tan pronto.
Mis planes funcionaron, sus médicos hablaron con sus padres, les comunicaron que su hija tendría que quedarse algún tiempo más, su enfermedad estaba complicando a su corazón y tendrían que hacerle más tratamientos, yo estaba feliz por eso, la tendría conmigo aún más tiempo, los días que vinieron después fueron maravillosos.  
Fueron días de visitas a escondidas, de lecturas juntos, de quedarme en su cuarto toda la madrugada haciéndole compañía y al día siguiente irme temprano para que nadie me vea, no estaba seguro pero podía sentir que Isabel también sentía algo por mí, podía sentirlo.
Los días pasaban y los análisis de sus médicos decían que ella estaba empeorando, más yo la veía  cada vez mejor, ella me decía que se sentía bien, así que tome fuerzas y le confesé mi amor, y para mi sorpresa y felicidad ella también el suyo, le propuse irse conmigo, escaparnos juntos, yo tenía una casa fuera de la ciudad de la que nadie sabía, viviríamos ahí sin que nadie lo sepa, mucho menos sus padres que no estarían de acuerdo con lo nuestro, fue el día más feliz de mi vida, Isabel aceptó.
Ese mismo día dejamos el hospital para irnos a vivir juntos, nunca más volví ahí, tenía acceso a los laboratorios y lleve conmigo toda la medicina e inyecciones suficientes para mantener bien a Isabel ya que aún necesitaba de atención. Y así pasó, desde ese día así vivimos.
Ahora llevamos meses ya sin salir de casa, debido a su enfermedad tapamos y sellamos todas las ventanas, tuve que acostumbrarme a estar a oscuras, pero es un ambiente perfecto para ver películas juntos en el sofá solo a la luz de las velas, es una de las cosas que más nos gusta hacer, desconecte mi teléfono, me deshice de mi celular, toda la gente piensa que la casa está deshabitada. Así la estoy viendo desde fuera, hoy una vez más tengo que salir a conseguir alimentos, pero esta vez también algún regalo para Isabel.
Tengo que ser cuidadoso al salir de casa, aunque queda algo retirada de la ciudad, no debo dejar que nadie me vea, seguramente los padres de Isabel nos están buscando aun, ellos nunca aceptaron nuestra relación, nunca aceptaron que frecuente a su hija en el hospital ni que los dejase para venirse a vivir conmigo.
Me encuentro ahora hasta con carteles de búsqueda en la calle con mi rostro en ellos, hasta ahora no nos han descubierto y nadie sabe dónde queda nuestro feliz hogar, ya mis ahorros se terminaron hace mucho, así que tengo que robar para que podamos comer, lo hago cada cierto tiempo y llevo a casa lo necesario para sobrevivir por unos días.
Hoy es nuestro aniversario y esta vez le llevaré también algo especial, a Isabel siempre le gustaron las joyas, esta vez entrare a una casa de empeño y buscaré algo para ella, será de la forma de siempre, entrar de madrugada, la vigilancia es casi nula y será fácil coger algo para ella.
Entro por la puerta de atrás, un guardia descuidado mira la televisión, esta vez lo encuentro dormido y solo tengo que sedarlo, le inyecto una pequeña dosis de tranquilizante y tengo todo el almacén a mi disposición.
Mientras busco la joya adecuada para ella, me sorprende vernos en las noticias, no puedo creer hasta donde han llegado sus padres en sus intentos por separarnos, debieron aceptar hace tiempo nuestro amor, ella los dejó para irse conmigo, por favor ¡compréndanlo!
Me encuentro con un diario y me doy con la sorpresa de que nuestros rostros también están en él, pienso que Isabel tiene que ver eso y llevo la página conmigo.
Ahora ya estoy en casa, a Isabel le encanto lo que le traje, es un collar de plata hermoso, combina perfecto con su vestido, y aunque su piel esta algo malherida por su enfermedad, le cae muy bien.
-No me creerás pero hoy vi nuestros rostros en la televisión Isabel, ya no saben qué inventar para separarnos, mira hasta estamos en los diarios-
Le alcanzo a Isabel la página del diario que recogí en que éramos noticia, pero Isabel no me la recibe, tan solo se ríe, me dice que no haga caso, que inventaran cualquier cosa por encontrarnos, y por separarnos.
Hoy hemos pasado una velada inolvidable, después de cenar, de reírnos y de acordarnos cómo nos conocimos en el hospital, la lleve a la cama e hicimos el amor a la luz de las velas y de la música, y aunque todos los días lo hacemos esta vez fue maravilloso, siempre me pide que lo hagamos todos los días, ella es insaciable, y yo siempre la complazco. Todos los días.
Isabel no se mueve mucho, siempre soy yo el que toma el control, quizá por su enfermedad, o por las inyecciones que siempre necesita para que no se vea tan mal, pero así la amo, desde el primer día que la conocí supe que tendríamos que estar juntos siempre.
Isabel me pregunta que decía el diario sobre nosotros, le digo que cosas feas, sin sentido.
-Como me dijiste ya no saben ni que inventar- mira te lo leo:
Hoy se cumple un año de la desaparición de Isabel Tello, hija de un reconocido político regional, cuyo cadáver fue robado del hospital municipal por Alonso Clemente, ex estudiante de medicina que sufría de alteraciones mentales, y que se desenvolvía como trabajador de limpieza del mismo, quien presuntamente escapó y desapareció con el cadáver de Isabel, hasta ahora la policía lo busca y nadie sabe su paradero
Isabel me mira, me sonríe, me dice que no crea nada de eso, y por supuesto que yo no les creo, la abrazo con mucha fuerza, siento su olor putrefacto debido a su enfermedad, ella descansa sobre mi pecho, la beso, me acerco a su oído y le digo:
-Tú no estás muerta mi amor, tú vives, estás aquí conmigo y nos amamos-
-Y te prometo que nadie nos va a separar nunca Isabel-

-Te lo prometo, nunca-

Relato enviado por Carlos Ruiz
Gracias Carlos por enviar tu relato ;)